miércoles, 23 de noviembre de 2011

La soñadora ermitaña


Una brisa ligera, inesperada
Nubes purpúreas cruzando el horizonte
Colores por donde los haya, cual sinfonía refrescante
Intuiciones, hoy presentes, ayer ignoradas 
Sombras alargadas, tiernas caricias
Hojas, suave alfombra otoñal
Del mucho nada, no queremos saber 
Tu sonrisa, sí, con nosotros se queda
Contemplando la paz de una cercana alameda.

La rubia misteriosa ...


Hola,

Estoy muy orgullosa de mi misma, porque, a parte de gustarme, gusto  a los demás.

Vengo de una familia afincada en muchos países, y estoy acostumbrada a viajar.

A pesar de no haber elegido mi destino, no me quejo del que me ha tocado en suerte, porque me ha reservado la ‘misión’ (como suelo decir) de darle alegría a los demás. 

A pesar de tener cierta edad, soy muy fresca y vigorosa y de tal forma contagio a mi entorno y a los que me rodean.  

Me encanta el frío, pero el calorcito me vuelve loca, en particular cuando puedo disfrutar del cálido sol del Levante y dejar que sus rayos inunden todo mi ser. 

Suelo variar bastante mi aspecto, no tengo un cliché predeterminado, pero siempre me las arreglo para que alguien se fije en mí.

Me gusta estudiar las miradas expectantes, llenas de admiración que muchos suelen dedicarme, acompañadas, a veces, de expresiones llamativas. 

Aunque reconozco ser algo orgullosa, por mi historial tan rico, me siento ‘ciudadana del mundo’ y muy global, estoy a gusto en cualquier sitio y no suelo quejarme si tengo que aguantar largas esperas antes de poder soltar todo lo que tengo dentro.

Sabiendo lo bien que ellos y ellas lo van a pasar conmigo, no tengo prisa en procurarles el placer tan ansiado ... 

En fin, tengo la suerte de tener unas características por las que difícilmente paso desapercibida.

Y cuando por fin llega el momento del encuentro, me suelo entregar con toda mi alma, y las reacciones que suscito son igual de intensas.

A ver si, queridos amigos y amigas, os animáis y me brindáis la oportunidad de volcarme con vosotros, de recubrir vuestros labios sedientos de maravillosa espuma.

¡Hasta pronto!

Vuestra … caña 

sábado, 19 de noviembre de 2011

Mis doce años ...


Periferia de una gran ciudad, años setenta, una casa, sus seres, una madre y su hijo adolescente,
la vida que pulsa al ritmo tranquilo de un sábado por la mañana,
una habitación, el cuarto del chico, sus paredes, blancas, su mobiliario, marrón y gris, su ventanas, blancas, la puerta, blanca. 
Él, los ojos entrecerrados, contempla, sin verla, la pata de una cama, las comisuras de sus labios se funden con pelos de moqueta,  
la fuerza de su cuerpo en tensión, tumbado boca abajo, como su miembro, sacudido por olas intermitentes de un mar hasta entonces desconocido.
Un toque, discreto, en la puerta, una respuesta que no llega, la puerta que se abre, el joven corazón que acelera. 
Indiferente, la maternal silueta le rodea, aparentemente ajena, cual mudo testigo de un ritual esperado.
Un tiempo que a él se le hace eterno, pocos segundos en la vida real,  
y, a la vez que ella, con silencio cómplice, deshace sus pasos, engullida por blancas paredes,
en el joven ser afloja la tensión, pasmado por la intensidad del momento vivido, cautivado por un juego erótico que anuncia el despertar de otro mundo.